Fotografía cortesía de
Lidia Corcione
A veces quisiera que el
tiempo pasara lento, lento, otras tantas que avanzara presurosamente,
cuando es algo que me causa tristeza o dolor... Cuando los momentos sean
alegres, que las manecillas del reloj fuesen pesadas y así poder disfrutar lo
hermoso y bello del instante pleno de alegría y felicidad, instante sanador.
Es por eso que en un día
como hoy incursiono en la memoria de sabores, aromas , texturas, recuerdos que
viajan en torbellinos que van y vienen con la brisa. Es en ese instante cuando
deseo que se detenga el tiempo. Algunos no tan buenos fluyen, desaparecen como
a todos nos sucede, otros llegan y se quedan por minutos en la mente, son como
una película suspendida en el infinito.
Luego un despertar, un rayo
de sol que se aleja, una melodía desconocida despierte me regresa a la
realidad.
Entonces, miro el
calendario me estremezco y reacciono ante mí misma . Mis pensamientos
viajan por la vida encuentran la luz y descansan en silencio. Mis
brazos, mis labios, sin tus abrazos, sin tus besos, resecos, agrietados, en un
universo sin horizonte. Ahora, mis manos
extraviadas en la
evocación , en el espacio vacío, de caricias preso, de tus caricias preso.
Y no estás conmigo, pero
te siento en la brisa, te veo en el sillón leyendo el diario, no estás y estás
en todas partes.
Prefiero regresar a mi
letargo; no pensarte me duele, duele el alma, mis huesos. El tiempo pasa
y va sanando las heridas, nos despierta de ese aturdimiento en esta
espera sin regreso.
Soledad Robles
Derechos Reservados 2012
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